Hay numerosos textos que recogen abundante información al respecto. Una de las primeras fuentes se debe a David S. Woolman, quien en su libro de 1971 Abd-el-Krim y la guerra del Rif (Oikos Tau, 1971) narra cómo los soldados españoles llevaban un equipo de protección completo que contaba con máscaras antigás; cómo los buques transportaban grandes cargamentos de bombas y gas tóxico, y cómo las poblaciones rifeñas fueron bombardeadas tanto por los españoles como por los franceses.
En 1990 Rolf-Dieter Müller y Rudibert Kunz, en su obra Gas venenoso contra Abd-el-Krim. Alemania, España y la Guerra del gas en el Marruecos español 1922-1927 sacaron a la luz los bombardeos con armas químicas realizados por el Ejercito español en el Rif.
Han pasado más de 80 años y todavía sigue habiendo gente a los dos lados del Mediterráneo que se opone al silencio y al olvido, y que quiere denunciar lo ocurrido entonces así como la continuidad en el tiempo de los recursos y la lógica (la de la guerra) que hicieron posible aquella ignominia que aún pervive amenazante.
Sería deseable que el Gobierno español terminara reconociendo su responsabilidad, independientemente del uso que este reconocimiento conllevara: algunos pueden considerar que se hace un acto de justicia, que la verdad se restituye; otros, que las armas químicas usadas entonces siguen siendo una pesada espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas y que es deseable que los protocolos y convenciones que teóricamente garantizan su control no sean tan timoratos e indeterminados.
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